La mayoría de las personas que padecen de epilepsia son tan capaces y valiosas como todas las demás. Una vez controlados los trastornos, pueden llevar una vida rica y productiva, pueden ser felices y hacer la felicidad de las personas con quienes se relacionan.
Ciertos errores en el trato, o experiencias negativas anteriores pueden influir sobre el estado de ánimo y hacerles sentir a estas personas (niños o adultos) como seres relegados o inferiores.
Quienes les rodean, familiares y amigos; aquellos que les aman, pueden ser de mucha ayuda para desarrollar en ellos una imagen de seguridad y auto estima. Todos podemos contribuir a que se sientan capaces, queridos, ayudados y que la epilepsia sea una condición aceptada, que no les impida ver el futuro con optimismo.
Los trastornos epilépticos son hechos científicamente estudiados y más conocidos cada día, siendo por lo tanto la educación el arma más eficaz para lograr dar este fenómeno realista y humana que le corresponde
Es comprensible que los padres, hermanos mayores y maestros sientan ansiedad frente a los trastornos de tipo epiléptico; es necesario que el conocimiento de este problema sirva para tener cabal conciencia de lo que se trata, pero que no nos lleve a sobreproteger, controlar o limitar a la persona de tal manera que no le sea permitido crecer, desarrollarse, aprender. Una cosa es tener precaución y otra muy distinta cerrar las puertas al paciente de manera que no pueda abrirse ante el mundo y disfrutar de las vivencias que éste le ofrece.