La epilepsia es el más serio y común desorden del cerebro y a menudo esta rodeada de prejuicios que generan enormes dificultades.
Incide severamente sobre cada estado del desarrollo personal y lleva consigo un estigma social, que establece falsas diferencias en contra de un individuo y lo devalúa, condicionándolo a aceptar lo que la sociedad le ha determinado a cerca de él, y haciéndole incapaz de reaccionar.
La epilepsia es una de las patologías más frecuentes en niños de edad escolar y aunque en muchos casos podría no representar ningún problema para la escolarización existen padres y maestros que conceden pocas expectativas a los niños con epilepsia y a veces, inadvertidamente, los tratan de manera distinta, lo cual ocasiona que el niño se sienta agredido, aislado y disminuido. Todo esto podría agravar su condición y ocasionar un bajo rendimiento y trastornos de la conducta.
Son múltiples las reacciones psicológicas adversas que podrían desarrollarse debido a un ocultamiento del diagnóstico, sobreprotección u otras formas de trato discriminatorio, provocando dificultades para la adaptación y, a la postre, la discapacitación psicologica de la persona.
A pesar de los grandes avances en la investigación y el tratamiento de la epilepsia, se mantiene todavía en grandes sectores de la población un velo de misterio e ignorancia, que dificultan severamente el desarrollo normal del individuo e impiden que este sea integrado y aceptado plenamente en la sociedad; por tanto, segregado en las escuelas, los trabajos, y en sus relaciones sociales, así como en la conformación de una familia.
Las consecuencias psicosociales y socioeconómicas determinadas por la epilepsia, a menudo causan más sufrimiento que las mismas crisis (Lennox).